lunes, 23 de febrero de 2009

Carta al Presidente de APA

Sr. Presidente de A.P.A.
Dr. Andrés Rascovsky
Estimado Andrés:
Queremos transmitirte ,y por tu intermedio al resto de la C.D., el avance de la organización de la Segunda Jornada “Lacan en I.P.A.” titulada “La praxis: entre la técnica y los fundamentos”, a realizarse en A. P.A. el 20 de junio de 2009 de 8.30 a 14hs. En la misma es de nuestro interés discutir la articulación de diferentes aportes de Lacan con los de Klein, Winnicott, Garma, Bion, Strachey, Racker, Del Valle, Bleger, etc. en forma de talleres horizontales teóricos y discurrir sobre la clínica en talleres clínicos.
Hemos encontrado gran entusiasmo en la participación y discusión de los temas entre colegas de Apa, Apdeba, Córdoba y Uruguay. Las reuniones organizativas son abiertas y se reanudan el 11 de marzo a las 21 en Apa.
La propuesta organizativa es esta:
8.30 hs. Inscripción.
9 hs. Apertura.
9.50 a 11 hs. Talleres teóricos.
11 a 11.30hs. Café y medias lunas.
11.30 a 13hs. Talleres clínicos.
13 a 14 hs. Plenario abierto y cierre.
Los temas de los talleres teóricos giraran en torno a:
Superyó e Ideal del yo en la dirección de la cura.
Contratransferencia y posición del analista.
El objeto, la angustia y el duelo.
Tiempo y encuadre.
Los aranceles pensados son: Estudiantes $ 30, Candidatos $80 y miembros $ 100.-
La experiencia anterior ha sido muy productiva en cuanto a la calidad de los intercambios y la riqueza de los debates sobre temas fundamentales de la teoría, la clínica y la articulación del psicoanálisis con la institución. Asimismo dejaron un interesante saldo económico que detallamos en el adjunto a Tesorería.
Te saludamos con afecto, Grupo de trabajo interinstitucional ‘Lacan en I.P.A.’

martes, 10 de febrero de 2009

Objeto, angustia y duelo.

Recorte de textos trabajado por Isabel Dujovne

Algunas referencias del Seminario X.

Del mismo modo, designar esta a minúscula con el término objeto es hacer un uso metafórico de dicha palabra, porque está tomada de la relación sujeto-objeto, a partir de la cual el término objeto se constituye. Sin duda, es adecuada para designar la función general de la objetividad, pero de lo que nosotros tenemos que hablar haciendo uso del término a es precisamente de un objeto externo a toda definición posible de la objetividad. Pag.98.

En el campo de la pertenencia hay dos clases de objetos- los que se pueden compartir, y los que no. Los que no, los veo circular, aún así, en este dominio del compartir con los otros objetos, cuyo estatuto se basa enteramente en la competencia, función ambigua que es al mismo tiempo rivalidad y acuerdo. Son objetos contables, objetos de intercambio. Pero hay otros.
Si he puesto por delante el falo es porque es el más ilustre, debido a la castración, pero hay también equivalentes de este falo, de entre los cuales ustedes ya conocen aquellos que lo preceden, el escíbalo y el pezón. Hay otros que quizás conozcan menos, aunque sean perfectamente visibles en la literatura analítica, y nosotros trataremos de designarlos. Cuando estos objetos entran libremente en este campo donde no tienen nada que hacer, el de aquello que se comparte, cuando aparecen allí y se vuelven reconocibles, la angustia nos señala la particularidad de su estatuto. Son, en efecto, objetos anteriores a la constitución del objeto común, comunicable, socializado. He aquí de que se trata en el objeto a. Pag.103.

A este exterior, lugar del objeto, anterior a toda interiorización, pertenece la noción de causa. Pag. 115.

En el lugar mismo donde su hábito mental les indica que busquen al sujeto, allí donde, a pesar de ustedes, se perfila el sujeto cuando, por ejemplo, Freud indica la fuente de la tendencia, allí donde en el discurso se encuentra lo que articulan como siendo ustedes- en suma, allí donde dicen yo (je), es ahí, propiamente hablando, donde, en el plano del inconsciente, se sitúa a. Pag.116.

Tratemos pues de seguir paso a paso la estructura, y de señalar donde pretendemos situar el rasgo de señal en el que Freud se detuvo por ser el más indicado para indicarnos, (…) el uso que podemos hacer de la función de la angustia.
Solo la noción de real, en la función opaca que es aquella de la les hablo para oponerle la del significante, nos permite orientarnos. Podemos decir que este etwas ante el cual la angustia opera como señal es del orden de lo irreductible de lo real. Fue en este sentido que osé formular ante ustedes que la angustia, de todas las señales, es la que no engaña.
De lo real pues, del modo irreductible bajo el cual ese real se presenta en la experiencia, de eso es la angustia señal. Pag. 174.


La angustia fue elegida por Freud como señal de algo. Este algo, ¿no debemos reconocer aquí se rasgo esencial, en la intrusión radical de algo tan Otro para el ser vivo humano como constituye ya para él el hecho de pasar a la atmósfera, de modo que al salir a ese mundo donde debe respirar (…) se sofoca? Esto es lo que se ha llamado el trauma-no hay otro-, el trauma del nacimiento, que no es separación respecto de la madre, sino aspiración en si de un medio profundamente Otro. Pag.354.

Freud nos hace observar que el sujeto del duelo se enfrenta a una tarea que sería la de consumar una segunda vez la pérdida del objeto amado provocada por el accidente del destino. (…)
Por nuestra parte, el trabajo del duelo se nos revela, bajo una luz al mismo tiempo idéntica y contraria, como un trabajo destinado a mantener y sostener todos esos vínculos de detalle, en efecto, con el fin de restaurar el vínculo con el verdadero objeto de la relación, el objeto enmascarado, el objeto a- al que, a continuación, se le podrá dar un sustituto, que no tenga mayor alcance, a fin de cuentas, que aquel que ocupó primero su lugar. (…)
El problema del duelo es el del mantenimiento, en el nivel escópico, de los vínculos por los que el deseo está suspendido, no del objeto a, sino de i(a), por el que todo amor está narcisísticamente estructurado, en la medida en que este término implica la dimensión idealizada que he señalado. Esto constituye la diferencia entre lo que ocurre en el duelo y lo que ocurre en la melancolía y la manía. Pag 362.